Por Sandrine Molinard, Directora de Consejo Cívico de Instituciones de Nuevo León A.C.
Ciudad de México, Blog Voces OSC de Fundación Merced.- En los últimos meses, he acompañado de cerca a la creación de una nueva asociación de la sociedad civil en Nuevo León. La génesis de cualquier nueva organización sin fines de lucro parte de una combinación de sueños, una visión compartida entre varios ciudadanos y ciudadanas comprometidos con un mejor futuro, y un anhelo de trascendencia. Las nuevas asociaciones emergen de largas conversaciones, de análisis profundos de problemáticas, y de un planteamiento claro de cómo se pudieran solucionar dichas problemáticas.
Tal como la gestación de un hijo o hija, los progenitores se imaginan un futuro promisorio, y se emocionan pensando en las posibilidades.
Desafortunadamente, la primera etapa de materialización del sueño suele ser platicar o dialogar con asesores que guían el proceso de reflexión, y pregunta: ¿realmente quieres crear una nueva OSC? ¿Te estás dando cuenta de todas las obligaciones legales y fiscales que vas a tener que cumplir para mantenerla a flote? Estas primeras pláticas hacen dudar hasta el más valiente ciudadano con un sueño para su comunidad: ¿en qué me estoy metiendo? ¡Espero no arrepentirme!
Para los valientes que no se dejan desanimar, al momento de redactar el acta de nacimiento del niño, se empiezan a dar cuenta de las muchas complejidades del sector sin fines de lucro. Primero, para ponerle un nombre, una cara, nos encontramos con la burocracia gubernamental. ¿Esperar seis meses para que te autoricen una marca, un logotipo? Segundo, la redacción de las actas constitutivas de la nueva asociación resulta ser un vericueto de reglas complejas impuestas por la administración tributaria mexicana. El objeto social de la asociación tiene que ser el que te impone el SAT, para que puedas solicitar luego un permiso de emitir recibos deducibles de donativos. Para ello, primero te tienes que acercar al gobierno estatal o municipal para que te emitan una carta de acreditación de actividades, con la sorpresa de que muchas autoridades ni siquiera están enteradas de que existe este trámite. El viacrucis tiene muchas estaciones, y pacientemente vamos, los fundadores o consejeros, recorriendo este camino de cruz.
Una vez superada esta prueba, se debe continuar con los procesos para darse de alta en el SAT, complejos como lo sabe cualquier ciudadano que paga sus impuestos… Para después buscar abrir una cuenta de banco. Nuevamente las miradas sospechosas: ¿quién eres? ¿Cuánto riesgo corre el banco al darte una cuenta bancaria? Encontrar al banco que sí entienda la actividad de las OSC, que esté dispuesto a “arriesgarse” contigo, y nuevamente los miles de documentos, firmas, vueltas. Finalmente, solicitar al SAT el permiso de ser donataria autorizada: el escrutinio de tus actas. Ojalá el notario no se haya equivocado en una palabra o una coma, porque es el rechazo inmediato, que obliga a volver a redactar actas, volver a mandarlas a notariar, volver a pagar, y la espera interminable de tu autorización.
Tan sólo este viacrucis para crear una nueva asociación civil puede desanimar a los ciudadanos más animados a solucionar problemas de su comunidad de una forma institucional, organizada. Todo este entorno burocrático, legal y fiscal constituye una barrera de entrada en la sociedad civil organizada. Mantener viva a una asociación tiene su complejidad adicional, ya que las reglas y requisitos son muchos, y cualquier olvido o retraso de cumplimiento puede significar una sanción por parte de las autoridades encargadas de regular al sector social.
Hoy más que nunca, México necesita de una participación ciudadana activa y organizada. Por lo mismo, es indispensable facilitar y fomentar la existencia de las organizaciones civiles, que ofrecen un marco idóneo para canalizar esta participación. Sin embargo, en los últimos veinte años, se han tratado a las organizaciones civiles peor que a los delincuentes o a los lavadores de dinero: con desconfianza, y con controles excesivos sobre su trabajo, que desaniman a los más valientes de persistir en esta vía. Los y las candidatos a la elección presidencial del 2024 deben incluir en sus agendas y planes de gobierno un diálogo serio y abierto con el sector de las OSC para que la Ley de Fomento que existe para este sector no se quede como letra muerta, y se aproveche al máximo la energía e innovación social que aporta este sector al país.