En San Lorenzo la vida de sus habitantes se ve sometida a las reglas de una burguesía aferrada a un pasado
Por Reyes Gamez
Monterrey, México (Agencia de Noticias 3er Sector).- La novela Tonada de un viejo amor (Planeta) de Mónica Lavín, es una lectura que lleva a sumergirse a una historia de amor apasionado de personajes que luchan por alcanzar el amor y aceptar el pasado entre viñedos y melodías de los años 40 y 50 como “Bésame mucho”.
Los lectores acompañan al personaje de Cristina Velasco que aunque desea ser amada, también es cauta si desea seguir dentro del juego de la aristocracia del pueblo de San Lorenzo.
"Es como una mujer de su época y de su espacio. Este espacio pequeño, una alta sociedad, pero en ella hay un torrente que donde más fácil logra derivarlo es en la pasión amorosa. Podría verlo también puesto por acá y por allá, pero no tiene las herramientas, la brújula, entonces es una mujer digamos, apasionada, fuerte, vehemente, pero tampoco es una mujer que pueda romper con todo, está atada también a su lugar, y digo atada porque te imaginas una mujer en los años cuarentas o cincuentas no tienes ni una cuenta de banco a tu nombre, dependes de la familia, pues ella tiene un lugar ahí, una herencia, pues se va a casar con alguien o es hija de alguien y si no, pues necesitaba hacer una heroína de su destino y no alcanza eso.
Quizás por eso le dedica a la construcción de la pasión amorosa toda su creatividad, todo su empeño y también su desilusión, ya no puede encontrar el acomodo, en ese sitio. Tenía que ser una historia de amor trágico", señaló Lavín.
Cristina Velasco acepta su destino, una vital pasión por Carlos Velasco, su tío, en el seno de ese pueblo. Tonada de un viejo amor relata las calladas pasiones de los personajes que alrededor de San Lorenzo luchan por el amor, la posesión, la aceptación y el olvido.
Mónica reflexionó que al escribir el personaje de Cristina hay momentos que si sientes su dolor, como lo son las rupturas amorosas, pero también las de esos personajes que mantuvieron relación con Cristina, "sentí una tristeza enorme por ella, por él (Carlos Velasco), también por el músico, porque ya no iba a haber remedio, ya no, el resto de la vida era deslizarse, es lo contrario de la pasión, es la grisura hacia la muerte, la inmovilidad, porque este esta novela también tiene que ver con la inmovilidad, cómo el personaje está atrapado como insecto, no puede salir de ahí, no puede salir del amor, no puedes salir del lugar. La pasión clandestina era una posibilidad de movimiento, de algo que da una estatura elevada a sus a sus deseos, al mundo, a la existencia, sí, porque de hecho se nota libre ella. La libertad tiene que ser escondida, prohibida, callada, esa es la libertad y de todos modos es libertad".
En San Lorenzo, un pueblo vinicultor al norte de México, la vida de sus habitantes se ve sometida a las reglas de una burguesía aferrada a un pasado que fue borrado por la Revolución, y los lugares que se describen en la historia, para Mónica representan el poder incluir el "ritual de de la cosecha del verano, lo solar, estos espacios donde ocurre el nacimiento del vino son oscuros y húmedos, y los viñedos están al sol. Baco es el desenfreno y entonces hay una historia del desenfreno, pero privado, es como el grito de las uvas. Esta historia se me ocurrió en el norte y se me ocurrió viendo el paisaje y viendo viejas tinajas, entonces ahí surge crear un núcleo social lleno de lo visible, pero cada personaje, aquí está cargando algo, si, sí que no es visible o que los demás fingen, ya que solamente ven lo mejor, es más que no se mueva nada, que este tablero quede como debe de ser, porque así es como están cómodos".