En dos siglos se redujo a más de la mitad el territorio nacional; creció 19 veces la población.
Ciudad de México, UNAM. - Imperios, conflictos armados, dictadura, invasiones, intervenciones y tragedias, creación de instituciones, avances científicos y tecnológicos; pérdida de territorio; crecimiento de la población, éxodo de las zonas rurales a las grandes ciudades; con ello, demanda de servicios, educación, empleo, infraestructura para el desarrollo del país y de los mexicanos.
Son 200 años del México independiente, nación formada por mujeres y hombres quienes en dos siglos han contribuido en la consolidación de un país moderno en el que si bien es cierto prevalecen importantes retos en diversos ámbitos, también lo es que en la actualidad se registran avances significativos en materia de salud, enseñanza, democracia, ciencia, economía, cultura, deporte, entre otros ámbitos.
La medicina es un campo con grandes avances desde hace 200 años, donde se han modificado la salud pública, la esperanza de vida, el tipo de enfermedades, los medicamentos y los diagnósticos médicos, señaló Ruy Echavarría Rodríguez, coordinador de Enseñanza del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina en la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
En la primera mitad del siglo XIX hubo epidemias graves de tifus, influenza, fiebre amarilla y malaria. “Eran comunes las muertes de hasta el 50 por ciento de los niños menores de cinco años y la esperanza de vida era de 30 a 32 años”.
Echevarría Rodríguez consideró que un avance importante fue la implementación del lavado de manos, logrado a fines del siglo XIX y que redujo en gran medida las infecciones entre médicos y pacientes.
De acuerdo con cifras del INEGI, en México la esperanza de vida aumentó considerablemente, pues en 1930 las personas vivían en promedio 34 años; 40 años después alcanzaban 61 años; en 2000, 74 y en 2020 los 75.23 años en promedio.
Por otra parte, aun cuando no se ha logrado garantizar el derecho a la educación para toda la población, se avanzó sin precedente en la alfabetización, ya que, al momento del nacimiento de México, la escolaridad era casi igual a cero; es decir, éramos básicamente un país de analfabetas, afirmó Lourdes Chehaibar Náder, del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE) de la UNAM.
En 1843, cuando la población del territorio mexicano era de siete y medio millones de habitantes, la cobertura educativa era de 0.9 por ciento de la población, destacó.
Salvador Pérez Esteva, investigador del Instituto de Matemáticas (IM) Unidad Cuernavaca de la UNAM, expresó que Sotero Prieto Rodríguez (1884-1935) es considerado el padre de las matemáticas en México, y el primero que pensó en ellas como ciencia.
Rodrigo Antonio Vega y Ortega Báez, de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), explicó que la práctica científica de hoy se parece mucho a la del siglo XIX, en cómo la producción del conocimiento es un factor para el desarrollo económico, social, educativo del país.
En tanto, se planeó la creación de la Escuela Nacional Preparatoria (1867) y la Universidad Nacional de México (1910), que han estado en sus aulas tres personajes universales que obtuvieron el Premio Nobel.
Retos y claroscuros
La consumación de la Independencia de México no implicó cambios inmediatos y significativos para el grueso de la población, pues se mantuvo un sojuzgamiento a los mestizos e indígenas, y el clasismo se tradujo en racismo, señaló el académico de la Facultad de Psicología (FP), Pablo Fernández Christlieb.
María Elena Sáenz Faulhaber, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), indicó que con base en cálculos “muy subjetivos” la diferencia de estatura entre la población indígena de hace dos siglos y la población promedio actual es de aproximadamente 10 centímetros.
La llegada de vehículos de combustión interna revolucionó al país, porque los tiempos de traslado fueron épicos: en 1820 llegar a Querétaro desde la capital significaba dos días y medio, un viaje de Zacatecas a la Ciudad de México, un mes.
En cuanto a educación superior, Hugo Casanova Cardiel y Rosalina Ríos Zúñiga, director e investigadora, respectivamente, del Instituto de Investigaciones Sobre la Universidad y la Educación (IISUE), coincidieron en que la historia de la educación universitaria en los últimos 200 años proviene de discontinuos.
Para 1865, durante el Imperio de Maximiliano de Habsburgo, la entonces Imperial y Pontificia Universidad de México cierra definitivamente. Dos años después, con el regreso de los liberales al poder, se propone una Ley General de Estudios que crea las Escuelas Nacionales, con la Escuela Nacional Preparatoria como su joya más preciada. De ese año de 1867 hasta 1910, no hubo ninguna universidad en México, detallaron.
Para Casanova Cardiel el XX es el siglo de la epopeya educativa mexicana, pues en 1910 se crea la Universidad; en 1921 la Secretaría de Educación Pública; en 1929 la Universidad Nacional obtiene su autonomía. En los años 20 y 30 se fundan numerosas normales, escuelas rurales, el Instituto Politécnico Nacional y hay un esfuerzo educativo importante.
Pérdida de territorio y crecimiento de ciudades
Los indígenas conformaban más de 70 por ciento de la población al final del Virreinato. Así, al momento de la Independencia de México, en 1821, siete de cada 10 personas hablaban una lengua originaria, según Federico Navarrete Linares, del Instituto de Investigaciones Históricas (IIH).
Tenía una alimentación distinta a la que actualmente tenemos. El alimento básico era el maíz, pero también consumían frijoles, calabaza, semillas, tubérculos, tomate, chile y frutas tropicales, que complementaban con insectos, pescado, aves, conejos, liebres o venados: 200 años atrás, el problema de la obesidad no existía.
En cuanto a territorio y población: el primero se redujo a menos de la mitad, y la segunda creció aproximadamente 19 veces. México, de ser rural pasó a ser urbano con cerca de dos terceras partes de la población viviendo en localidades de 15 mil habitantes o más, y con la mitad de la población nacional en ciudades de 100 mil personas o más.
Para el académico de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, Carlos Pérez Castañeda, a dos siglos de la construcción de México, es un país joven como República.
Se produjeron cambios territoriales relevantes, como la separación de las provincias integrantes de la Capitanía General de Guatemala (Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica) en 1823; la Independencia de Texas, en 1836; y la pérdida de más de la mitad del territorio (los actuales estados de California, Arizona, Nuevo México, Nevada, así como Utah, y porciones de Colorado, Oklahoma, Kansas y Wyoming, en la actual Unión Americana) en 1848, luego de la invasión de Estados Unidos.
El principal interés de los españoles que llegaron a América fue la extracción de metales, en especial plata, pero con el paso del tiempo en su vida independiente nuestro país perdió esta visión y apostó por el petróleo, indicó Francisco Omar Escamilla González, responsable del Acervo Histórico del Palacio de Minería (AHPM).
Hace 200 años, expuso José Sarukhán Kermes, exrector de la UNAM e investigador del Instituto de Ecología (IE), la biodiversidad del país era “mucho más integral, más completa, con muchas más especies que hemos perdido particularmente en los últimos 60 a 70 años”.
Y argumentó: “Esto ha ocurrido por dos situaciones: la presión humana, que fue un resultado del crecimiento poblacional intenso, y la falta de entendimiento del daño que algunas políticas públicas generan sobre nuestros recursos”.
En tanto, Antonio Ibarra Romero, de la Facultad de Economía (FE), acotó que el gran problema de la economía mexicana a lo largo de 200 años, sigue siendo la desigualdad. “Una evidencia histórica es que, a pesar de ciclos de prosperidad relativa, la brecha de desigualdad se mantiene”.
Signos identitarios
Javier Torres Medina, académico de la FES Acatlán, recordó que durante los últimos 200 años México ha tenido cuatro banderas con varias modificaciones y cambios en el diseño.
Para numerosos autores, aunque no es una bandera, la primera fue el estandarte de la virgen de Guadalupe que empuñó el cura Miguel Hidalgo en 1810 en el inicio del movimiento de Independencia; su importancia radica en su papel de convertirse en símbolo insurgente más allá de un signo religioso.
En 1823 se incorporó a la Bandera, el Escudo Nacional, el cual tuvo modificaciones durante los dos primeros imperios mexicanos –Agustín de Iturbide (1822-1823) y Maximiliano de Habsburgo (1863 y 1867).
Ambos signos identitarios, junto con el Himno Nacional, entonado por primera vez el 15 de septiembre de 1854 en el Teatro Nacional, constituyen los símbolos máximos que animan y comprometen a los mexicanos.
Pese a la adversidad, los mexicanos tenemos mayor sentido de pertenencia y orgullo nacional que otras sociedades, manifestó Fernando Vizcaíno Guerra, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS).
Entre los elementos claves para construir esa identidad están la educación y el control que el sistema educativo tiene de la historia oficial.
Finalmente, como muestra de la indeclinable labor por 200 años de la actividad literaria mexicana, se encuentran las obras del género poético que permanecerán sin tiempo y espacio con autores como Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio, Amado Nervo, José Juan Tablada, Efraín Huerta, Guadalupe Amor, Rosario Castellanos, así como Ramón López Velarde, y la “Suave Patria” …
“Diré con una épica sordina:
la Patria es impecable y diamantina”.