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Irene Vallejo en la UNAM: Rescatemos las palabras de las mujeres de la sombra y el silencio

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El infinito en un junco es un homenaje a las mujeres que no aprendieron a leer y escribir

Ciudad de México, UNAM.- La sala Nezahualcóyotl, del Centro Cultural Universitario de la UNAM, fue el espacio en el que la escritora española Irene Vallejo, autora de El infinito en un junco: la invención de los libros en el mundo antiguo, tuvo un conversatorio con universitarias y universitarios, a quienes llamó a ser arqueólogos de las palabras de las mujeres, y rescatarlas de la sombra y el silencio.

Allí expuso que en su obra traducida a más de 30 idiomas- recupera personajes como Enheduanna, poeta y sacerdotisa quien fue la primera en dejar su nombre escrito en un texto, muchos siglos antes de que lo hiciera un hombre, pero ha sido casi ignorada porque la historia, cuidadosamente seleccionada, había dejado a las mujeres expulsadas de los libros, al igual que los esclavos y los excluidos.

“El infinito en un junco es el relato de cómo nos hemos apropiado de los libros, de la literatura, del pensamiento, de las genealogías, de cómo podemos ser arqueólogas de las palabras de las mujeres y rescatarles su presencia, sacarlas de la sombra, porque hay mucho que rescatar de la sombra, del silencio”, aseguró.

La obra, prosiguió, es un homenaje a su madre, así como a las mujeres que no aprendieron a leer y escribir, que cultivaron la oralidad en la que conservaban recuerdos y tejían historias, pues al inventarse la escritura, esta se convirtió en una herramienta de poder, en la mano de los privilegiados.

Acompañada por la coordinadora de Difusión Cultural de la UNAM, Rosa Beltrán; la directora General de Publicaciones y Fomento Editorial, Socorro Venegas Pérez; y por la titular de la Dirección General de Bibliotecas y Servicios Digitales de Información, Elsa Margarita Ramírez Leyva, la escritora añadió:

Las mujeres han carecido de una tradición, de una genealogía en la literatura y las escritoras se han sentido en la soledad, pues las obras de las mujeres se disipan porque no hay eruditas que las recuerden, sino que se les deja desaparecer.

La también filóloga compartió con el público que empezó a escribir el texto como un impulso de rebeldía ante los relatos apocalípticos respecto a la desaparición de los libros y de los propios lectores, quienes parecieran ser los últimos ejemplares de una especie en extinción: solitarios, extravagantes, educados, pero poco ruidosos socialmente. “No sabemos cuántos somos. He pensado en la hipótesis de un Día del Orgullo Lector”, expresó causando hilaridad en el público.

Sin embargo, Vallejo subrayó que el libro como objeto se caracteriza por la supervivencia, gracias al amor de personas quienes los han conservado en su biblioteca, que los han compartido con amigos porque sienten que forman parte de su vida. También, gracias a los bibliotecarios, a los promotores de lectura. “Lo más bello que ha pasado es descubrir que no era una rebelión y resistencia solitaria y aislada”.

El infinito en un junco ha sido detonante para que esa comunidad más numerosa se manifieste: “son personas silenciosas que velan por las palabras en los colegios, las universidades, las bibliotecas, son promotores de la lectura que se niegan a que desaparezcan los libros, los relatos y las palabras”, expresó.

Finalmente, la escritora manifestó su agradecimiento con México, porque acogió a los exiliados de la República Española, porque esta nación ha sido una casa hospitalaria.

El libro es un pasaporte sin caducidad

Más de 400 mil ejemplares vendidos, Premio Nacional de Ensayo 2020 en España, comprometida su traducción en 35 idiomas, El infinito en un junco le cambió la vida a Irene Vallejo, autora de este ensayo. Es un sueño que va más allá de su imaginación.

En entrevista con Gaceta UNAM cuenta que “siempre había sentido esa presión ambiental a mi alrededor: tienes que encontrar un trabajo de verdad, tienes que centrarte, tienes que sentar la cabeza, esto no será nunca tu profesión, es dificilísimo, es un sueño demasiado grande. Ésos eran un poco los mensajes de las personas que me rodeaban y que se preocupan por mí, con su mejor intención; pero realmente parecía todo tan difícil, inasequible.

Ahora de repente este libro me ha traído una sensación de enorme libertad, de libertad creativa, porque ahora tengo el tiempo, la posibilidad y una comunidad lectora que me respalda, ahora mi obsesión es utilizar bien esa libertad. No dejarme llevar por la prisa y la presión, a veces, del sector editorial que quiere otro libro rápido, sino consciente de que he recibido un enorme regalo y saber utilizarlo bien”. 

Irene Vallejo escribe en El Infinito en un junco que“la pasión del coleccionista de libros se parece a la del viajero. Toda biblioteca es un viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad. Alejandro Magno recorrió las rutas de África y de Asia sin separarse de su ejemplar de La Ilíada, al que acudía en busca de consejo y para alimentar su afán de trascendencia”.

La autora nos recuerda que el libro ha sido fundamental para muchos personajes de la historia. En su obra se rememora a Leonora Carrington, quien resistió su estancia en un psiquiátrico leyendo a Unamuno; Alejandro Magno dormía siempre junto a una daga y La Ilíada; los copistas medievales dejaban mensajes en los márgenes de sus obras donde pedían al lector que valoraran su esfuerzo: “dejamos nuestra espalda, nuestros riñones, nuestra vista en este escrito”.

Lograste que desempolvaran sus libros

Estaba convencida de que realmente los clásicos griegos y latinos interesaban a un público muy minoritario. Yo misma toda mi vida había escuchado cómo me llamaban rara y me decían que había tomado una decisión profesional muy excéntrica, especializarme en las lenguas antiguas. Estaba rodeada de una atmósfera que cuestionaba constantemente esa decisión, y la encontraban inútil y obsoleta y que no tenía nada que ver con el mundo contemporáneo.

Para mí, que soy una apasionada de aquella literatura, mi escritura, desde que empecé hace muchos años a publicar en prensa, la sesión era siempre justificar cómo el diálogo con la literatura antigua nos ayuda a entender cómo hemos llegado a ser quienes somos, y lo he practicado desde distintos géneros y diversas fórmulas, pero siempre con la creencia de que eso en general despertaba poco interés entre los lectores, y ha sido una inmensa sorpresa ver cómo este libro ha disfrutado esta acogida que para mí es insólita.

Todos los recursos

El experimento para mí era contar la historia de los libros que yo había investigado en mis años de doctorado, pero claro, con un marco y un lenguaje académicos y trasladarlo a cómo me lo hubiera narrado mi madre cuando yo era niña y me contaba historias antes de dormir.

Todo formaba parte de un universo donde en realidad no había ninguna percepción jerárquica para mí. Todo eran puertas de acceso a la cultura y a las palabras a las que yo sentí una afición desmesurada desde que era muy pequeña.

Quise recuperar ese espíritu, el espíritu del asombro, como decía Aristóteles: el espíritu de la filosofía es la capacidad de asombrarnos. Los libros tienen toda una historia para llegar a reproducirse, sobrevivir, llegar a las bibliotecas, la generalización de la educación; todas esas cosas de la niña que yo fui y luego contarlas como una Scherezada de la historia de los libros, como era mi madre contándome cuentos todas las noches, y de allí nació la idea de experimentar con las posibilidades del ensayo.

Se suele decir que el género que lo admite todo es la novela, pero yo creo que el ensayo también. El ensayo tiene la capacidad de repente de virar hacia la información, hacia los datos reales, hacia el recuento, hacia la arqueología; y luego de repente desviarse a la narración, hacia la reconstrucción de épocas, al retrato en primera persona, a la biografía, y todo lo trenza y lo admite.

Creo que esa mezcla de géneros es lo que me hacía más atractiva la información. Muchas veces se tiene una imagen algo reductiva del ensayo, cuando éste puede admitir todo tipo de lenguajes, de cambios, derribar la cuarta pared y hablar directamente con el lector, cambiar la persona, variar de épocas con una libertad extraordinaria dentro de las coordenadas del ensayo.