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El papa preside un Via Crucis por los migrantes

Inclusión Social
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Habló al mismo tiempo de los "pueblos sedientos de justicia y paz"

Por Laura Serrano-Conde

Roma, (EFE).- El papa Francisco presidió hoy el rito del Via Crucis del Viernes Santo en honor a los migrantes y lamentó que a menudo encuentren las puertas cerradas de los países a los que intentan llegar "por el miedo y los corazones blindados de cálculos políticos".

 

Francisco presidió este Via Crucis frente al Coliseo romano, símbolo de la persecución y del sufrimiento de los primeros cristianos, y ante miles de personas que se habían congregado en las proximidades horas antes y que asistieron al rito portando numerosas velas.

Durante su oración, Jorge Bergoglio rechazó las injusticias sociales a las que se refirió como cruces del mundo y entre ellas citó la codicia y el poder y a "la humanidad que vaga en la oscuridad de la incertidumbre y en la oscuridad de la cultura del momento".

También deploró el hecho de que haya familias que se vean "destruidas por la traición, por las seducciones del maligno" o por el egoísmo, que existan personas "hambrientas de pan y de amor", gentes "abandonadas incluso por sus propios hijos y parientes", y personas que "no tienen el consuelo de la fe".

Habló al mismo tiempo de los "pueblos sedientos de justicia y paz", y se acordó de los "ancianos que se arrastran bajo el peso de los años y la soledad", pero también de los niños "heridos en su inocencia y en su pureza".

Como ya ha hecho en anteriores ocasiones a lo largo de su pontificado, criticó que en las sociedades actuales haya personas que son rechazadas y marginadas.

En este sentido, dirigió un mensaje a los creyentes que, teniendo fe y "tratando de vivir de acuerdo" a la palabra de Dios, "se encuentran marginados y dejados de lado incluso por sus familiares y sus compañeros", y también a los consagrados que intentan llevar la luz de Dios en el mundo y se sienten ridiculizados y humillados.

Francisco acabó su plegaria repudiando las debilidades de los seres humanos, su hipocresía, sus traiciones, sus pecados y sus promesas rotas.

El papa llegó en torno a las 21.00 hora local (19.00 GMT) a la colina del Palatino, próxima al Anfiteatro Flavio, y fue recibido por la alcaldesa de la capital, Virginia Raggi, con quien conversó unos momentos.

La zona que rodea el Coliseo había sido acordonada con un férreo dispositivo policial y cortada al tráfico varias horas antes para garantizar la seguridad.

Bergoglio asistió en profundo recogimiento al recorrido de la cruz, que discurrió por el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristianos-, continuó por delante del Arco de Trajano y concluyó en la colina del Palatino.

La cruz avanzó este camino mientras se leían las meditaciones de las catorce estaciones, que este año han corrido a cargo de la monja italiana Eugenia Bonetti, misionera de la Consolata y conocida por haber dedicado su vida a luchar contra la trata de personas.

El rito del Via Crucis fue instaurado en 1741 por orden de Benedicto XIV, aunque su práctica cayó en el olvido con el paso del tiempo y no se volvió a celebrar hasta 1925.

Fue en el año 1964 cuando el pontífice Pablo VI eligió el Coliseo romano para presidir este rito.

Este Viernes Santo el papa también conmemoró la Pasión del Señor en la basílica de San Pedro del Vaticano, en un acto en el que el predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, pidió a las religiones que no permanezcan indiferentes ante la pobreza.

Jorge Bergoglio asistió a la ceremonia vestido con paramentos rojos, sentado en un trono frente a la escultura de San Pedro y en silencio, sin pronunciar ninguna homilía, pues la Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión.

El pontífice continuará este sábado los ritos de Semana Santa con la Vigilia Pascual, que presidirá en la basílica vaticana, mientras que el Domingo de Resurrección celebrará una misa en la plaza de San Pedro del Vaticano y después impartirá desde la logia central de la basílica la tradicional bendición "Urbi et Orbi" (A la ciudad y al mundo).